Muchos son los autores que han escrito libros durante periodos de confinamiento, reclusión, e incluso cárcel, como por ejemplo Ana Frank, el Marqués de Sade, Cervantes o Miguel Hernández, a quien tanto admiramos, tanto por su vida como por su obra.
Miguel Hernández, fue un humilde pastor de cabras en Orihuela, a quien su padre le prohibió continuar con los estudios. Sin embargo, él siguió leyendo y escribiendo poemas mientras cuidaba de su rebaño. Llevaba siempre consigo su máquina de escribir Corona, incluso al campo, hasta que, gracias a otras personas que aparecieron en su vida, logró hacerse un hueco en el Madrid literario del 27, llegando a publicar varias obras. La guerra civil española irrumpió su trayectoria, pero, gracias a sus versos, este hombre de la tierra pasó a la gloria.
El poeta alicantino escribió su último poemario, Cancionero y romancero de ausencias entre 1938 y 1942, en la cárcel de Torrijos. Durante ese tiempo, tras recibir carta de su esposa Josefina Manresa, fue precisamente cuando compuso, a modo de cierre del citado Cancionero, las famosas “Nanas de la cebolla”, dedicadas a su segundo hijo. Y lo hizo sobre lo único que tenía, trozos de papel higiénico. Porque cuando uno siente esa necesidad de expresar, las excusas desaparecen.
Ojalá no sucedieran tales hechos para poder dedicarnos a escribir la historia que llevamos dentro, pero, ya puestos, aprovechemos la escritura como una vía de escape creativa.
Demos luz a las palabras invisibles, abramos la cárcel del miedo, y confiemos en el proceso. Escribamos, compartamos lo que nos inquieta, y, sobre todo, disfrutemos haciéndolo.
No importa si eres un autor profesional, aficionado o recién llegado, nosotros te acompañamos durante todo el camino creativo, porque sabemos que, juntos, todo es más llevadero.
¡Te esperamos!